El aprendizaje de una lengua no es solo un proceso lingüístico: también es un ejercicio de observación, interpretación y narración. Cada palabra que aprendemos, cada estructura que usamos, está ligada a una intención, una imagen mental, una situación concreta. Por eso, trabajar con fotografía en el aula de español como lengua extranjera (ELE) no solo enriquece el contenido visual de la clase, sino que abre posibilidades expresivas, emocionales y culturales que van mucho más allá de lo verbal.
Las fotografías nos invitan a detenernos, a mirar con atención, a imaginar lo que no se ve. Ese poder evocador las convierte en una herramienta pedagógica ideal para desarrollar la expresión oral y escrita, estimular la creatividad, trabajar el léxico en contexto y generar conversaciones auténticas. Además, permiten conectar el aprendizaje del español con la vida cotidiana, con temas sociales y con experiencias personales de los propios estudiantes.
Para la producción oral
Una de las formas más directas de utilizar la fotografía en clase es como disparador de producción oral. Mostrar una imagen sin contexto y pedir a los estudiantes que respondan a preguntas como “¿Qué está ocurriendo?”, “¿Qué pasó antes?”, “¿Qué pasará después?” o “¿Qué relación tienen estas personas?” estimula la imaginación y permite trabajar tiempos verbales, descripciones, hipótesis y narración. La ambigüedad de la imagen invita a múltiples interpretaciones, y eso enriquece el uso del idioma. En niveles iniciales, bastará con describir lo que se ve usando estructuras básicas. En niveles intermedios o avanzados, se puede pedir la construcción de una historia completa a partir de la imagen.
Otra posibilidad es trabajar la fotografía como texto cultural. A través de imágenes reales de contextos hispanohablantes —retratos, escenas callejeras, celebraciones, espacios públicos— se puede explorar la diversidad del mundo hispano, analizar aspectos socioculturales y fomentar la competencia intercultural. Por ejemplo, mostrar una foto de una familia en una sobremesa, una protesta callejera o una escena en un mercado latinoamericano puede dar pie a debates, descripciones comparativas, actividades de análisis o ejercicios de expresión de opinión. ¿Qué elementos culturales se reconocen? ¿Qué diferencias observan con su país? ¿Y qué valores o costumbres se transmiten a través de la imagen?
Fotografía y storytelling
También se pueden diseñar actividades de fotografía narrativa. Consiste en entregar una serie de imágenes sin orden aparente y pedir a los estudiantes que construyan una historia coherente a partir de ellas. Esta dinámica favorece el trabajo en grupo, el uso de conectores discursivos, la secuenciación de eventos y el desarrollo de la imaginación narrativa en español. Cada grupo puede elegir un título, presentar su historia al resto de la clase y luego compararla con las de otros equipos, lo que permite observar la riqueza de interpretaciones posibles.
Una variante especialmente significativa es pedir a los estudiantes que traigan sus propias fotos: imágenes de su entorno, de su infancia, de momentos significativos. A partir de ahí, pueden preparar una breve presentación o redactar un texto en el que relaten qué representa esa imagen, por qué la eligieron, qué emociones les evoca. Este enfoque favorece la expresión personal, el vínculo emocional con la lengua y la participación activa del estudiante como protagonista del proceso de aprendizaje. Además, permite descubrir aspectos identitarios y culturales que enriquecen la dinámica de grupo.
En la fotografía también caben las emociones
La fotografía también puede ser un excelente recurso para trabajar el lenguaje de las emociones. Mostrar una serie de retratos con distintas expresiones faciales y pedir a los estudiantes que identifiquen qué sienten esas personas, qué pudo provocar esa emoción o cómo reaccionarían ellos en esa situación, permite trabajar el léxico emocional, los verbos de sentimiento, las estructuras de causa y consecuencia. En lugar de aprender “me siento triste” como una frase aislada, el estudiante la asocia a una cara, a una historia, a un contexto. La imagen se convierte en puente entre la emoción y la palabra.
Tareas y productos comunicativos
Por último, se puede incorporar la fotografía como producto final de un proyecto didáctico. Por ejemplo, pedir a los estudiantes que documenten en imágenes su día a día, su barrio, su lugar favorito, o un tema específico (la comida, el transporte, los colores de la ciudad…), y que acompañen cada foto con un texto breve en español. Este proyecto puede convertirse en una exposición en clase, en una galería virtual o en una publicación colaborativa. Así se integran varias competencias: lingüísticas, visuales, digitales y comunicativas.
Trabajar con fotografía en la clase de español permite que los estudiantes usen el idioma no solo para aprender, sino también para mirar, para contar, para construir sentido. La imagen les da seguridad, les ofrece un punto de apoyo, y a la vez los desafía a ir más allá, a imaginar lo que no está dicho, a poner en palabras lo que solo se intuye. Y esa es, en el fondo, la esencia del aprendizaje: descubrir nuevas formas de ver el mundo… y de decirlo.

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Este artículo ha sido escrito por Candela Salvatierra, máster en elearning, coordinadora de International House formacionele.com y colaboradora de los cursos para profesores de español como lengua extranjera.
