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La dimensión afectiva en la clase de español

En la enseñanza de lenguas extranjeras, y por supuesto en el aula de español, la dimensión afectiva juega un papel crucial que muchas veces pasa desapercibido. Más allá de la enseñanza de los contenidos gramaticales o de la práctica del vocabulario, lo que realmente puede marcar la diferencia en el aprendizaje de los estudiantes es cómo se sienten durante todo el proceso. Es evidente que, cuando se aborda el aspecto afectivo, se abren nuevas posibilidades para que el aprendizaje no solo sea más eficaz, sino también más gratificante tanto para los aprendices como para los profesores.

El concepto de “dimensión afectiva” abarca todos los aspectos emocionales, como las actitudes, sentimientos y motivaciones que condicionan el comportamiento en el aula. Las emociones negativas, como la ansiedad o el miedo, pueden generar barreras al aprendizaje, mientras que emociones positivas, como la confianza y la motivación, facilitan un entorno en el que los estudiantes se sienten seguros para participar y asumir ciertos riesgos comunicativos. De esta manera, los profesores tienen en sus manos la posibilidad de influir profundamente en el éxito de sus estudiantes al gestionar estas emociones en el aula.

El aprendizaje de una lengua como experiencia

En este sentido es fundamental entender que el aprendizaje de un idioma es una experiencia en las que los aprendices se sienten, de alguna manera, vulnerables. Cuando los estudiantes no controlan el idioma, su sentido de identidad puede verse afectado, lo que genera inseguridad y, en algunos casos, resistencia a participar. Sin embargo, cuando el docente crea un ambiente acogedor y libre de estrés, los estudiantes se sienten más dispuestos a usar la lengua y a interactuar con sus compañeros. Este aspecto social del aprendizaje de idiomas es esencial, ya que el proceso de adquirir una nueva lengua es, en gran medida, una actividad de colaboración.

Por supuesto este enfoque no es nuevo; ya filósofos y educadores clásicos reconocían que el miedo y la presión no son herramientas eficaces para el aprendizaje. En cambio, la curiosidad y el deseo de aprender son mucho más potentes. Este principio sigue vigente en el aula de hoy. Las investigaciones modernas, incluyendo aportes de la neuroeducación, han mostrado que lo cognitivo y lo emocional están intrínsecamente ligados en el cerebro. En otras palabras, no podemos separar lo que sentimos de lo que aprendemos. Las emociones son el motor que impulsa nuestra capacidad de atención, memoria y procesamiento de la información.

¿Qué hacer como docentes?

Si aceptamos que las emociones son clave para el aprendizaje, entonces debemos preguntarnos: ¿cómo podemos, como profesores, fomentar un entorno emocionalmente saludable en el aula de ELE? La respuesta no necesariamente implica un cambio drástico en nuestras prácticas, sino una atención más consciente a cómo estructuramos nuestras clases y cómo interactuamos con nuestros estudiantes. Incorporar actividades que refuercen la autoestima y la confianza de los estudiantes es un buen punto de partida. Además, al elegir tareas que conecten con las experiencias de vida de los alumnos, aumentamos la relevancia personal de lo que aprenden, lo que a su vez fortalece su motivación intrínseca.

La idea de promover la autonomía del estudiante también está estrechamente vinculada con el desarrollo de su confianza. Al darles más control sobre su propio proceso de aprendizaje, los profesores no solo fomentan habilidades lingüísticas, sino que también apoyan el crecimiento personal de los estudiantes. La autonomía, entendida como la capacidad del aprendiz para gestionar su aprendizaje, planificar, monitorear y evaluar su progreso, es uno de los pilares de una enseñanza efectiva. Hoy en día, con el auge de las tecnologías de la información y la comunicación, hay más herramientas disponibles que nunca para facilitar esta autonomía.

El secreto mejor guardado: la motivación

Otro aspecto crucial de la dimensión afectiva es la motivación. A menudo se habla de la motivación como el ingrediente esencial para que los estudiantes se mantengan comprometidos con el aprendizaje de una lengua. Sin embargo, no es suficiente depender solo de la motivación externa. La verdadera clave está en ayudar a los estudiantes a desarrollar una visión clara de su yo ideal, es decir, cómo se imaginan a sí mismos utilizando la lengua que están aprendiendo. Si logramos que nuestros estudiantes visualicen un futuro en el que puedan comunicarse de manera efectiva en español, estaremos dando un paso importante para mantener su motivación a largo plazo.

La creación de una comunidad de aprendizaje en el aula es otro aspecto que no debemos pasar por alto. Como hemos dicho antes, el aprendizaje de lenguas es, por naturaleza, una actividad interactiva, y los estudiantes deben sentirse cómodos al comunicarse con los demás. Un buen grupo en el aula puede ser una fuente constante de satisfacción para los alumnos, ya que fomenta la cooperación, la interacción y el apoyo mutuo. Es importante que los profesores faciliten actividades que promuevan el conocimiento mutuo y fortalezcan las relaciones interpersonales dentro del grupo, lo cual repercutirá positivamente en el clima general del aula.

Cognición vs emoción

Finalmente, uno de los retos más grandes para los profesores de español como lengua extranjera es encontrar el equilibrio entre las demandas cognitivas del proceso de enseñanza y las necesidades afectivas de alumnos y alumnas. A menudo, se piensa que atender a las emociones de los estudiantes es una tarea secundaria frente al objetivo principal de enseñar el idioma. Sin embargo, la investigación demuestra que, cuando se cultiva un entorno afectivo positivo, el aprendizaje cognitivo es más eficaz. En otras palabras, no se trata de elegir entre lo cognitivo y lo afectivo, sino de integrar ambos aspectos para maximizar el potencial de nuestros estudiantes.

El papel del profesor, entonces, va más allá de impartir conocimientos. Los profesores de ELE tienen la responsabilidad de crear un espacio en el que sus estudiantes puedan no solo aprender la lengua, sino también desarrollarse como personas. Al atender tanto a los factores afectivos como a los cognitivos, estaremos facilitando un aprendizaje más profundo y significativo. Esto no solo beneficia a los estudiantes, sino que también enriquece la experiencia docente, creando un aula dinámica, motivadora y eficaz.

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Paula Herrera formacionele

Este artículo ha sido escrito por Paula Herrera, profesora de español en CLIC Cádiz y formadora de International House formacionele.com en los cursos para profesores de español como lengua extranjera.

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