¿Podemos ayudar a nuestros estudiantes a ser personas más críticas? ¿Qué efecto positivo puede tener esto en el proceso de enseñanza y aprendizaje?
Estamos en un momento como sociedad en el que las noticias falsas corren como la pólvora por los medios de comunicación y las redes. Se aceptan hechos e informaciones no probados como verdades absolutas. Reaccionamos de forma automática a ellas, nos posicionamos dejándonos llevar por las emociones. Esto puede provocar una polarización de la ciudadanía que no ayuda al equilibrio social. En el aula puede afectar a diversas competencias, como por ejemplo la existencial, la pragmática, el conocimiento sociocultural o la conciencia intercultural.
De ahí la necesidad de trabajar en el aula la competencia crítica, algo que los estudiantes adquieren cuando, por ejemplo, se introduce el pensamiento crítico en el objetivo de las actividades.
Francesc Torralba (Som crítics? Fonaments per a una educació compromesa, 2019) aboga por el escepticismo metodológico ante cualquier fuente de información; nos dice que de entrada no deberíamos creernos nada, poniendo en duda cualquier información que recibamos, para poner en cuestión lo evidente y aprender a cuestionarse. Para lograrlo hay que observarlo todo con perspectiva; es preciso saber tomar distancia. Una vez llevado a cabo este proceso, el análisis resulta más objetivo, a pesar de que siempre quede una duda o sospecha.
Para Daniel Cassany (Aproximaciones a la lectura crítica: teoría, ejemplos y reflexiones, 2003), el pensamiento crítico en el aula es fundamental «por la necesidad de formar a una ciudadanía autónoma y democrática que tenga habilidades críticas de lectura, escritura y pensamiento». Según este autor, una persona crítica es la que:
- comprende autónomamente el propósito lingüístico, las intenciones pragmáticas y los puntos de vista particulares que subyacen a los discursos que la rodean;
- toma conciencia del contexto (contenido cognitivo, género discursivo, comunidad de hablantes) desde el que se han elaborado dichos discursos;
- puede construir discursos alternativos, que defiendan sus posiciones personales y que se vinculan polifónicamente o intertextualmente con los anteriores;
- utiliza todos los recursos lingüísticos disponibles para conseguir representar discursivamente sus opiniones a través de esos segundos discursos.
Los textos a los que exponemos a nuestros estudiantes, tanto si son de manuales como si son “material real” (realia), no son textos neutros ni objetivos, ya que han sido diseñados con un fin y unos intereses específicos. Su contenido está escogido para lograr dicha meta. Cuando llevamos al aula esos textos deberíamos plantearnos a qué realidad estamos exponiendo a los estudiantes. Cualquier lectura que usemos para mejorar sus habilidades comunicativas también debería llevarlos a reflexionar y a analizar el texto y su contenido según las pautas expuestas por Cassany.
El rol docente
Nuestro papel como docentes es, por lo tanto, asegurarnos de que la lectura, la escritura y los procesos creativos y de intercambio e interacción que se producen en el aula fomenten el pensamiento crítico. No debemos, por lo tanto, quedarnos en la superficie, sino ir más allá y motivar así a los alumnos para que investiguen sobre el tema propuesto, busquen información en diversas fuentes e identifiquen fuentes fiables.
Podríamos recoger todo lo dicho con la idea de que lo que hay que cambiar es la actitud que tenemos ante la información que recibimos: deberíamos estar abiertos a escuchar y leer opiniones diversas sobre un mismo tema, no tener miedo a opinar, aprender a respetar las opiniones de otros y no dar nada por supuesto. En definitiva, enriquecer nuestro pensamiento y nuestra capacidad de análisis para, al final, sacar nuestras propias conclusiones. Es fundamental crear un ambiente de confianza y de seguridad en clase para que todo esto se lleve a cabo de manera ágil y natural.
Los beneficios más directos para los estudiantes se recogen en estas idea que nos presenta Torralba: mentes más despiertas, más conocedoras de la realidad que las rodea, más capacidad de opinión y de argumentación, más respeto hacia los demás y hacia sus ideas y opiniones.
También quisiera recoger estas palabras de Cassany porque reúnen no solo el efecto que esto tiene en el proceso de aprendizaje, sino en la sociedad: «En definitiva, la persona crítica es la que mantiene una actitud beligerante en la consecución de sus propósitos personales, a través de la lectura y la escritura, pero también la que participa de modo constructivo en el desarrollo de una comunidad plural, respetuosa y progresista».
Por lo tanto, podemos afirmar que trabajar la competencia crítica en el aula ayudará a los estudiantes a ser hablantes más competentes y a integrarse de manera más completa y eficaz en la sociedad.
Para saber más sobre competencia crítica:
- Sin pensamiento critico no eres nadie por Pablo Perez-Paetow (vídeo)
- Taller pensamet critic en Calaix Desastre
- LdeLengua sobre competencia crítica en el aula con Encarna Atienza (podcast)
¿Os animáis a trabajarlo en el aula? Si alguno ya lo ha hecho, ¿qué tal la experiencia?
Este artículo ha sido escrito por María Cabot, tutora en formacionele.com, la plataforma International House para la formacion de profesores de español. Imagen de portada de este artículo: Shutterstock.
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