En la enseñanza del español hablamos mucho de enfoques, dinámicas y recursos digitales, pero hay un paso previo que determina la calidad de cualquier actividad lingüística: analizar la lengua antes de llevarla al aula. Para lograr un aprendizaje efectivo, es esencial analizar la lengua en clase con un enfoque profundo. No se trata solo de revisar una explicación o consultar una gramática, sino de entender cómo funciona realmente el fenómeno lingüístico que queremos enseñar y qué sentido tiene para los estudiantes.
En las últimas décadas, la investigación lingüística ha cambiado nuestra manera de mirar la gramática, el léxico y la pragmática. Y ese cambio afecta directamente a la práctica docente. Analizar la lengua no es un extra académico: es una realidad didáctica que mejora la comprensión del alumnado y evita explicaciones incompletas o engañosamente simples.
Gramáticas: no todas sirven para lo mismo
Cuando un profesor prepara una unidad, suele acudir a su gramática de referencia. Pero es importante recordar que no existe una única gramática válida para todo. Según el objetivo, necesitaremos enfoques distintos:
- Gramática normativa o descriptiva: la que consulta el profesor para entender la estructura del fenómeno lingüístico.
- Gramática pedagógica: la que realmente llevamos al aula; simplificada, visual y enfocada en la comunicación.
- Gramática cognitiva y funcional: las que nos ayudan a explicar significado, enfoque e intención, y no solo formas.
Podemos ilustrar estos enfoques con el caso de ser y estar, uno de los temas más conflictivos para aprendices de español. La gramática tradicional propone la oposición “permanente vs. transitorio”, pero este criterio genera errores típicos como “Juan está joven” o “mi abuela es muerta” .
Un análisis más profundo muestra que el problema no es la regla, sino la falta de correspondencia entre regla y significado real.
Mirar la lengua como un fenómeno poliédrico
La mayoría de los problemas que encuentran los estudiantes no se resuelven con una única regla. Para explicar fenómenos complejos —tiempos verbales, verbos copulativos, pronombres, uso del aspecto— es necesario adoptar una mirada poliédrica.
Por ejemplo, al trabajar los tiempos del pasado, no basta con dar listas de “usos del indefinido” y “usos del imperfecto”. El estudiante necesita comprender:
- qué tipo de acción expresa el verbo,
- desde qué punto de vista se sitúa el hablante,
- qué parte de la acción se quiere destacar.
Cuando el profesor entiende estos matices, puede construir explicaciones más claras y diseñar actividades que vayan más allá del llenado de huecos.
La importancia de la pragmática: usar la lengua es más que conocer estructuras
La competencia comunicativa va mucho más allá de dominar formas gramaticales. Un estudiante puede construir frases correctas y, aun así, no resultar natural o no entender la intención del interlocutor.
Por eso es esencial integrar la dimensión pragmática en el análisis:
- la intención del hablante,
- la relación entre interlocutores,
- el contexto social y cultural,
- el entorno en el que se produce el intercambio.
Actos tan cotidianos como pedir un favor, rechazar una invitación o mostrar desacuerdo requieren elegir no solo las palabras adecuadas, sino también la fuerza con la que se dicen. El profesor que analiza estos matices está mejor preparado para enseñar lengua real, no lengua idealizada.
Léxico y gramática: una relación que no puede separarse
Durante mucho tiempo se enseñaron por separado: primero el vocabulario y luego la gramática. Hoy sabemos que esta división no refleja cómo funciona la lengua. Las estructuras gramaticales también transmiten significado, y muchas palabras solo se entienden dentro de ciertos patrones.
Esto implica que:
- los verbos no se usan igual según su aspecto léxico,
- los adjetivos forman combinaciones naturales con ciertos verbos,
- los patrones léxicos (como dar una conferencia, tener frío, hacer una pregunta) ayudan a adquirir fluidez.
Cuando analizamos juntos léxico y gramática, dejamos de enseñar listas aisladas y empezamos a enseñar lengua en uso, que es lo que realmente necesitan los estudiantes.
Por qué merece la pena analizar antes de enseñar
Este trabajo previo tiene beneficios directos en el aula:
- mejora la claridad de las explicaciones,
- ayuda a anticipar errores habituales y sus causas,
- permite seleccionar ejemplos más significativos,
- facilita diseñar actividades centradas en la comunicación,
- da seguridad al docente en los momentos improvisados de la clase.
En definitiva, analizar la lengua no es un paso teórico ni accesorio: es la base sobre la que se construye una docencia sólida, informada y eficaz.
Conclusión: comprender para enseñar mejor
Un profesor que analiza la lengua entiende no solo cómo se forma una estructura, sino también qué aporta al significado y cómo la interpretan los hablantes reales. Este tipo de reflexión convierte la clase en un espacio de descubrimiento y no en una acumulación de reglas.
Enseñar bien exige observar, interpretar y reformular. Analizar la lengua es, en esencia, enseñar con consciencia, y esa es una de las mayores fortalezas de un buen docente de ELE.


Este artículo ha sido escrito por Alejandro Tinoco, jefe de estudios de CLIC International House Cádiz y colaborador de los cursos para profesores de español como lengua extranjera en Formación ELE.

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