Con frecuencia el profesor asume toda la responsabilidad históricamente heredada de la gestión de la clase. Planifica, imparte la clase y, si le queda tiempo, evalúa los resultados obtenidos. El nuevo marco de competencias docentes clave del profesorado de lenguas segundas y extranjeras nos propone ocho competencias clave que a su vez engloban cuatro competencias específicas cada una, resultando un total de treinta y dos competencias.
Pese a que la gestión del aula aparece como una competencia específica de la competencia clave, la de organizar situaciones de aprendizaje, podemos intuir que realmente se encuentra diseminada a lo largo del resto de las competencias.
Cada vez se refuerza más la figura del profesor y su papel en el éxito o fracaso de una clase. Pero, ¿qué pasa con los alumnos? ¿Qué grado de responsabilidad les otorgamos en todo este entramado tan complejo?
Os propongo un símil. Imaginemos al profesor de ELE como un perfecto huésped que desea agasajar a sus invitados. Pero no está seguro de cuántos podrán venir definitivamente a la cena, ni si son vegetarianos, veganos, padecen de alguna alergia alimentaria o comen de todo. Tampoco tiene claro si vendrán con mucha hambre o si estarán algo hartos por haber tomado unas tapas antes de llegar a casa. Espera poder atenderlos a todos pero teme que quizás no tenga esa capacidad si surgen imprevistos.
Para dar cabida a todas estas opciones, el hueped se lleva una semana planificando la cena: hace una lista de todo lo necesario, va de compras, cocina lo que puede con anterioridad y deja para el último momento lo que debe estar caliente, dispone el espacio de manera que quepan todos, pone música de fondo, recibe a los comensales, les va poniendo algo de beber mientras llegan los demás, sigue recibiendo a los rezagados, empieza a poner la cena, se levanta continuamente cuando necesitan algo, va sacando poco a poco la comida, pone el postre, empieza a despedir a los primeros en marcharse, sirve una copa a los que se quedan, finalmente se queda solo y recoge todo. Mientras tanto reflexiona sobre cómo ha ido la cena y cómo podría mejorarla para la próxima ocasión, si le quedan ganas y fuerzas.
¿Qué habría pasado si hubiera repartido las responsabilidades entre todos los asistentes a la cena? Habrían disfrutado de platos muy variados, nadie se quejaría de no haber probado bocado, todos ayudarían a poner, servir y recoger la mesa.
Piensa ahora en todo lo que hace un profesor antes, durante y después de una clase: planifica, prepara los materiales, consulta las posibles dudas, cuida con anterioridad de que todo funcione, saluda, presenta el tema y los objetivos, da las instrucciones para hacer las actividades, corrige, escribe en la pizarra, hace uso de los diferentes recursos, agrupa a los alumnos, controla la buena marcha de las actividades, explica, aclara, comprueba, ofrece modelos, practica, diseña pruebas de examen, evalúa, resume.
¿Qué pasaría si los alumnos se implicaran en estas tareas que tradicionalmente realizan los profesores?
Este artículo ha sido escrito por Antonio Orta, tutor en formacionele.com, la plataforma International House para la formacion de profesores de español. Imagen de portada de este artículo: Pixabay.
Hola Antonio : He leído y reflexionado sobre tu escrito, estoy preparando el portafolio. ¿no debiera ser anfitrión en lugar de huésped? Un abrazo. Salva.
Si que es interesante y la verdad que implicar a los estudiantes es una magnífica idea.
Salva, la misma pregunta con huésped y anfitrión me hice yo y por eso consulté el diccionario de la RAE.
Ahí va:
huésped. 1. El latín hospes, -itis, del que deriva esta voz, significaba en un principio ‘persona que da alojamiento a otra’, sentido al que se añadió después el de ‘persona que se aloja en casa de otra’. El castellano huésped heredó ambos sentidos y llegó a significar, incluso, ‘dueño de una posada o pensión’: «Preguntamos al huésped si había qué cenar» (Alemán Guzmán [Esp. 1599]). Con el tiempo, y para evitar anfibologías, fue perdiendo el primero de los sentidos indicados, y hoy se usa casi exclusivamente con el segundo: «Llevo ya tres días en Madrid como huésped de los marqueses del Paular» (Perucho Pamela [Esp. 1983]). En biología, huésped significa ‘organismo en el que se aloja un parásito’: «Se encontraron [los parásitos] cubiertos por una membrana formada por el huésped» (Biología [Perú] 1-7.02). Este sentido se debe hoy al influjo del inglés host —voz que, aunque tomada del francés, procede del mismo étimo latino, y que, al contrario de lo ocurrido en español, solo ha conservado en inglés el sentido de ‘anfitrión’—. Fuera de este ámbito, es preferible hoy reservar el término huésped para designar a quien recibe alojamiento, y denominar anfitrión al que lo proporciona.
2. Su femenino tradicional es huéspeda, que aún se documenta en la actualidad: «Dejaba a su marido campo libre y hermoso para besar a su atractiva huéspeda» (Pombo Metro [Esp. 1990]); pero hoy parece preferirse su uso como común (el/la huésped; → género2, 1a y 3j): «A Mr. Lind se le ocurrió la peregrina idea de darle a la huésped un paseo nocturno en su nueva montura» (Vega Crónicas [P. Rico 1991]).
Pues ya ves…
saludos,
MJo
Impresionante, María. Me encanta comprobar cómo las lenguas se contaminan al entrar en contacto unas con otras:)