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Quiero ser un buen profesor de español

Con frecuencia he reflexionado acerca de lo que implica “ser un buen profesor”. Las respuestas a esta pregunta dependen, en gran medida, del contexto educativo donde ejercemos la labor docente, así como de las creencias, de los estilos y las experiencias previas de los encuestados, ya sean alumnos, profesores, formadores, coordinadores de equipo, padres investigadores o las propias instituciones educativas.

Si pensamos en otro tipo de profesiones, las respuestas suelen atender, en menor medida, a un sinfín de factores personales difícilmente clasificables para centrarse en los fines últimos que dan sentido a dichas profesiones. Así, un buen médico es aquel que diagnostica con precisión y cura las enfermedades. Un buen mecánico es el que da con la avería y nos arregla el coche. Un buen fontanero es el que desatasca la tubería del fregadero que tantos problemas estaba dándonos. Todo ello independientemente de si el médico es anticuado, el mecánico algo serio o el fontanero muy caro.

Sé que son respuestas radicales, pero tan solo trato de evidenciar la tarea tan compleja que se nos encomienda a los profesores de español: que nuestros alumnos aprendan la lengua, mantengan una actitud abierta hacia nuestra cultura para evitar estereotipos y malentendidos y, Dios nos coja confesados, sean autónomos para comunicarse y aprender.
Me gustaría, sin pretender ser dogmático, compartir con vosotros aquellas técnicas que me suelen dar buen resultado en clase. Este será el primer artículo de una serie en la que espero contar con vuestras opiniones y sugerencias.

Hoy empiezo por las preguntas que hacemos en clase. Os propongo que os grabéis en audio con el móvil en varias clases. La primera no suele ser suficiente porque estamos muy pendientes de la grabación (algo parecido a la temida “paradoja del observador” en la investigación cualitativa). Después anotad el tipo de preguntas que hayáis hecho: relacionadas con las instrucciones de la actividad, con la presentación y práctica del nuevo lenguaje, con algún evento cultural o personal.

La mayoría de las veces, así fue mi experiencia, resultan preguntas de gestión de las actividades, de respuestas cerradas, sin desafío reflexivo, con poca curiosidad y sin conectar con la experiencia personal de aprendizaje de los alumnos. Aquí lleváis algunas de las que encontré en mis grabaciones:

¿Cuánto tiempo tenemos para la actividad? ¿Quién sabe la respuesta? ¿Quién ayuda a Peter? ¿Qué tal ayer? ¿Te gusta Sevilla? ¿Alguna pregunta? ¿Borro la pizarra? ¿Vale? ¿Habéis terminado ya? ¿Quién quiere comenzar? ¿Habéis hecho lo que mandamos para casa? ¿Alguien sabe dónde está Sophie? ¿Cómo se llama esto? Hacemos tantas preguntas en clase que los alumnos no tienen tiempo para reflexionar ni para participar.

¿Qué hice al oírme tantas veces preguntando en clase? Seleccionar mejor el tipo de pregunta que formulaba a mis alumnos para favorecer su aprendizaje reflexivo. Es algo que tenemos que planificar. Pueden ser preguntas para pensar tras una clase, como deberes para casa. La semana pasada tuve la necesidad de presentar (casi mejor dicho revisar) en un nivel B2 algunos de los usos básicos de ser y estar dado que tenían errores de base y sé que tienden a fosilizarse. Antes de terminar los alumnos me dijeron: ¿cuál es el desafío de hoy? Yo les dije:

Vamos a formar dos grupos de investigación. Pregunta para el grupo uno: ¿Cuándo un niño empieza a hablar español cuál es el primer verbo que necesita en su cabeza: ser o estar? La verdad es que no hay una respuesta verdadera sino justificaciones apropiadas. Unos alumnos pensaban que estar porque los niños necesitan sentirse seguros en el espacio y con lo que los rodea / porque tienen estados y necesidades básicas que cubrir: hambre, sueño, caca, chupe, miedo… Otros comentaban que ser porque necesitan saber el nombre de las cosas, etiquetarlas, clasificarlas…/ porque nadie dice dónde está o como está algo sin no sabe previamente qué es y cómo se llama.

Pregunta para el grupo dos: ¿Qué creéis que sirve más para ligar: ¡qué guapa eres! o ¡qué guapa estás!? Algunos estaban convencidos de que es mejor decirle a alguien qué guapa eres, porque no depende de su ropa o de su maquillaje o de su peinado. Es algo objetivo que todo el mundo puede ver. Va con la personalidad de alguien. Otros, por el contrario, pensaban que se ligaba más diciendo qué guapa estás, porque es algo subjetivo que uno piensa personalmente y demuestra que te fijas en cómo se viste tu pareja o si lleva algo nuevo.

Los alumnos esperaban mi confirmación o negación de sus teorías pero solo les dije: Veo que habéis asimilado muy bien la clase de ayer. Gracias por vuestras ideas porque las usaré en otras clases con otros alumnos.

Ya sabes, preguntando se llega al aprendizaje, digo a Roma 😉


Francisco HerreraEste artículo ha sido escrito por Antonio Orta, tutor en formacionele.com, la plataforma International House para la formacion de profesores de español. Imagen de portada de este artículo: Stefan Baudy.

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